La democracia del justo diseño.

March 21, 2016 12:00 am Published by

Democratización

“El diseño no es necesario, es inevitable”

-Ronald Shakespear

 

Cuando hablamos de democracia por lo general tenemos una idea pre concebida que tiende a mezclar lo que entendemos con lo que queremos que pase.

Para la mayoría la democracia se iguala a la libertad; ser, hacer y elegir, lo más parecido al libre albedrío o a lo que merezco y  que por derecho propio me pertenece.

Para  otros se iguala más a la idea del sentido de justicia, donde; por lo general  el estado por medio de sus órganos competentes es quien debe solucionar  y otorgar “justicia” en determinadas situaciones de control social que el común no podemos manejar por su magnitud. Terremotos, maremotos y todo tipo de catástrofes son ejemplos de  esta demandas de solución justa; nuevamente igualando la idea de lo que merezco y que por derecho propio me pertenece.

Si bien esta idea general no es totalmente carente de verdad, ya que el estado nos garantiza derechos básicos e inalienables, al hablar de justicia también hablamos de deberes.

Al hablar de justicia debemos entender primero el principio de equidad o  de como “Dar a cada uno lo que se merece” si entendemos que para reclamar justicia también se debe ser justo estaremos entendiendo la función de la democracia y lo que esperamos de ella.

Es por esto que al hablar de la democratización del diseño también tenemos una concepción generalmente errada, aunque esta vez, fuertemente distorsionada por lo que el mercado quiere hacernos entender.

Lo que sucede con la democratización del diseño es muy similar a lo que nos ha sucedido con el concepto de innovación. Al darle el mercado énfasis a determinados tipos de proyectos, por lo general de base tecnológica, muchos de los potenciales emprendedores no confían en tener lo necesario para postular sus proyectos por temor a no encajar en lo que el mercado demanda y prever un fracaso.

Lamentablemente estas falsas percepciones creadas muchas veces por modas o tendencias de comportamiento cíclico, incentiva la fuga del talento nacional hacia mercados más específicos y empresas con una visión global complementaria que lamentablemente no abundan en nuestro país.

Así mismo ha sucedido con el diseño democrático; muchos creen hacer un favor al consumidor al entregar productos que hacen lo mismo que debería hacer cualquier otro del mercado.

Cuando exigimos lo justo, no hacemos más que exigir la función básica diseñada de cada producto y servicio, en otras palabras, que cumpla con hacer lo que dice que hace y es ahí donde el concepto de diseño democrático comienza a diluirse lentamente.

En los años 50 no se concebía que un producto o servicio fallase de forma temprana, tampoco se entendía que alguna empresa que gastase tiempo y dinero en el diseño de un producto lo hiciera de forma superficial, más bien dedicaba todos esos recursos a lograr un diseño que tuviese un “justo equilibrio” entre forma y función, ni muy cargado a lo estético/formal  para ser Styling ni muy  cargado a lo funcional para ser ingenieril.

El diseño siempre ha sido democrático, el diseño como herramienta se basa en el principio de la generación de valor; un valor que por antonomasia es justo y que nace como respuesta a la necesidad justificada del mercado. Lo que sucede es que no muchos son conscientes de esta inequidad social ampliamente estigmatizada, donde creemos que el hacer algo bien y con un precio justo es diseño social que solo apunta a una clase social que reside en la base de la pirámide socioeconómica.

Pero no todo está perdido…

Valientemente (y mucho) emprendimientos nacionales , extranjeros y hasta la academia  se han jugado una carta por el diseño bien hecho, ese del que Dieter Rams estaría orgulloso y que no solo integra soluciones, sino que cambia vidas . Caso como Techo, Ashoka, Designmatters entre otros han hecho de esto su bandera de lucha.

La democratización del diseño radica en la equidad del pensamiento empresarial para con la necesidad del consumidor, si a ese proceso se le suma diseño podremos estar hablando de diseño justo y  democrático sin la necesidad de tener que defender calidad, costo o demanda, ya que el buen diseño nos pertenece a todos.

La traba está en cómo hacer aplicar (no solo entender) esto a quienes toman las decisiones corporativas. En primer lugar debemos redefinirnos como diseñadores para poder redefinir nuestra función. Si aún nos seguimos definiendo solo por nuestra capacidad creativa o de dar soluciones, pero sin comprender que la finalidad de esta y todas las demás competencias profesionales sea crear valor para otros, estaremos dando el primer paso a la democratización real de nuestra profesión y a lo que con ella podemos cambiar.

Muchas veces el diseñador trata de acaparar el proceso. Es desconfiado de como otros puedan incidir en su resultado o desvirtuar la solución que propone, pero debemos entender que la democratización del diseño no es solo el desarrollo del producto o servicio necesario y de buena calidad, sino que comienza necesariamente a incorporar de forma sustancial dentro de su gestión de valor la participación del usuario.

¿Alguien dijo Design Thinking?

 

 

Rafael Chávez /Diseñador Industrial
Director El Diario Diseño